Menos mal
Zandra Montañez Carreño, Colombia 1957
Menos mal, unos hombres tan valientes,
penetraron en los Andes misteriosos,
y venciendo la manigua y el tormento,
se quedaron en mi tierra para siempre.
Y sembraron su lengua castellana,
que echó raíces como hiedra verde y pura,
y cantando se le escucha allá, en la sierra
o gritando por la mágica llanura.
Menos mal hablo el idioma de Cervantes,
y en mi lengua muchas gentes me comprenden.
Los del norte, los del este y el oeste,
¡Pobres ellos! Que no saben lo que pierden.
Lengua hermosa, que vestida con donaire,
se pasea majestuosa por la cumbre,
o vestida de alpargata y lino fino,
nos enseña lo sencillo que es el hombre.
Menos mal que yo hablo el castellano,
del que espero, en días no lejanos,
reconquiste el hablar de los del norte,
y le enseñe el español a los marcianos.
¡Menos mal hablo español!
Ultimo brindis
Nicanor Parra, Chile 1914 – 2018
Lo queramos o no
sólo tenemos tres alternativas:
el ayer, el presente y el día de mañana.
Y ni siquiera tres,
porque como dice el filósofo
el ayer es ayer,
nos pertence solo en el recuerdo:
a la rosa que ya se deshojó
no se le puede sacar otro pétalo.
Las cartas por jugar son solamente dos:
el presente y el día de mañana.
Y ni siquiera dos
porque es un hecho bien establecido
que el presente no existe
sino en la medida en que se hace pasado
y ya pasó…, como la juventud.
En resumidas cuentas
Sólo nos va quedando el futuro.
Yo levanto mi copa
por ese día que no llega nunca
pero que es lo único
de lo que realmente disponemos.
La calle
Octavio Paz, México 1914 – 1998
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Los novios
Octavio Paz, México 1914 – 1998
Tendidos en la yerba
una muchacha y un muchacho.
Comen naranjas, cambian besos
como las olas cambian sus espumas.
Tendidos en la playa
una muchacha y un muchacho.
Comen limones, cambian besos
como las nubes cambian sus espumas.
Tendidos bajo tierra una muchacha y un muchacho.
No dicen nada, no se besan,
cambian silencio por silencio.
Escrito con tinta verde
Octavio Paz, México 1914 – 1998
La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.
Deja que mis palabras desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.
Brazos, cintura, cuello, labios (senos, en el original),
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.
Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.
Verde mar
Meira del Mar, Colombia 1922 -2009
De tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
Aquí la voz, la canción.
El corazón a lo lejos,
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.
De tanto quererte mar,
ausente me estás doliendo
casi hasta hacerme llorar…
¡Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera la claridad.
Ángeles desnudos.
Ángeles de brisa con luz.
Cantar del agua que danza
una zarabanda de cristal.
Islas, olas, caracolas.
Grito blanco de la sal…
Y el corazón, de latido
en latido, dice ¡mar!
La paloma
Rafael Alberti, España 1902 – 1999
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que el calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)
Otro cielo
Mario Benedeti, Uruguay 1920 – 2009
No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre faltaría el pájaro en silencio.
No existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras al fin como es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón.
No existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y pronósticos
y comprobaras que no es tan difícil
siempre te faltaría el pino del crepusculo.
Eso es por que se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegue al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.
Dolor
Alfonsina Storni, Argentina 1912 – 1938
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Azul de ti
Eduardo Carranza, Colombia 1913 – 1985
Pensar en ti es azul, como ir vagando
por un bosque dorado al mediodía:
nacen jardines en el habla mía
y con mis nubes por tus sueños ando.
Nos une y nos separa un aire blando,
una distancia de melancolía;
yo alzo los brazos de mi poesía,
azul de ti, dolido y esperando.
Es como un horizonte de violines
o un tibio sufrimiento de jazmines
pensar en ti, de azul temperamento.
El mundo se me vuelve cristalino,
y te miro, entre lámpara de trino,
azul domingo de mi pensamiento.
Fácil palabra
Hugo Lindo, El Salvador 1917 – 1985
Los ojos fueron el primer idioma
y las tímidas manos el segundo,
la palabra, el tercero, y es el cuarto
este callar sencillo, pero juntos.