Sergio Muñoz Bata. Diario El Tiempo, Bogotá. El debate sobre el lenguaje inclusivo se ha convertido en una explosión global.

Todo empezó con una confusión sobre el origen de un sustantivo. En un artículo periodístico escrito en inglés y reproducido en Facebook, el autor acusaba a los académicos progresistas estadounidenses de pervertir el idioma español inventando términos como latinx.

Mi amigo y exeditor en Los Angeles Times, Bob Sipchen, me preguntó mi opinión sobre la teoría del autor, y mi respuesta fue tajante, unívoca y, ahora creo, un poco estrecha. “Latinx –le dije– es un término en inglés que nada tiene que ver con la lengua de Cervantes o de Gabriel García Márquez. Lo inventó un grupo de académicos/activistas para describir a quienes sienten que los sustantivos ‘latino’ o ‘latina’ no describen adecuadamente a las personas de “género fluido”, es decir, a gais, lesbianas, travestis o bisexuales”.

Después pensé: es evidente que el origen del término está en el spanglish, una especie de dialecto o idioma en el que se mezclan palabras en inglés y en español.

“El sarape de mi personalidad comes in fantastic colors”, escribió el poeta chicano Alurista en los 70, en un acercamiento al lenguaje real utilizado en los barrios mexicanos de Estados Unidos.

En rigor, creo yo que la confusión empezó cuando alguien, arbitrariamente, decidió definirnos como ‘latinos’ a quienes venimos de Iberoamérica. “El término ‘latino’ –me dice el periodista español autor de importantes libros sobre la legua española Álex Grijelmo–, cuando se refiere a personas, define simplemente a los que procedemos de alguna cultura que tiene como madre el latín. Y punto. Eso incluye a quienes hablan español, portugués, italiano, francés u otras lenguas romances. En Estados Unidos se emplea impropiamente para designar a los ‘hispanos’ que tienen como cultura el español; pero no suelen llamar ‘latino’ a un rumano o a un francés”.

Y volviendo al término latinx, me pregunté: ¿usamos ese término los hispanoparlantes? La respuesta fue un definitivo no, nunca he oído a ningún paisano utilizarlo. En cambio, sí he oído a políticos como Elizabeth Warren utilizarlo en inglés apegándose estrictamente a las normas del “lenguaje correcto”, es decir, para quedar bien con votantes latinos de izquierda. Pero, aun en ese caso, la pregunta seguía siendo: ¿qué tanto entienden ese término de difícil pronunciación los hispanos que hablan solo inglés o son bilingües?

Y si el spanglish es un dialecto del español, ¿podríamos decir que es sexista el idioma español? Sí, dice la escritora española Rosa Montero: “Es verdad que el lenguaje es sexista, porque la sociedad también lo es”. ¿Y si cambiamos el lenguaje cambiará la sociedad? “No, el lenguaje no cambiará la realidad, la realidad es la que acabará cambiando el lenguaje”, dice Grijelmo, el periodista filólogo.

¿Hay otros idiomas sexistas? Aparentemente, sí, en tanto que el debate sobre el lenguaje inclusivo se ha convertido en una explosión globalizada. En Argentina hay jóvenes que están cambiando las vocales o masculina y a femenina, por la e neutra. ‘Elle’ en vez de ‘él’ o ‘ella’. En Francia se ha prohibido el uso de lenguaje neutro en documentos oficiales, y en Alemania, la inserción de asteriscos y estrellas a sustantivos para reconocer su género ha propiciado un escándalo mayúsculo entre puristas y progresistas.

Así las cosas, concuerdo con la conclusión de Grijelmo, en su Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo, de que “cuando todos seamos iguales, cosa que por el momento está lejos de ocurrir, cuando se hayan resuelto las diferencias salariales, la violencia machista, la discriminación de la mujer, cuando haya desaparecido todo eso y la igualdad sea plena, el lenguaje dejará de ser una batalla”.

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